Parece inconsistente pensar que hacia 1955, que es cuando empieza a ser conocido el Nouveau Roman en estas tierras, las literaturas latinoamericana y argentina no estén poniendo seriamente en duda, y por su cuenta, los modos de representación realista en la narrativa. Los trabajos de Macedonio Fernández datan de décadas antes; Borges fue, casi irrefutablemente, el primer lector hispanoamericano del Ulises y, como consta, el primer traductor al español de su última página y, sin hablar en poesía de Vicente Huidobro, de César Vallejo y de todo el trabajo de las vanguardias estéticas y literarias, al menos en México y en el Río de la Plata, hacia los 50, están elaborando y hasta publicando sus obras Juan Rulfo (El llano en llamas es de 1953 y Pedro Páramo de 1955), Juan Carlos Onetti (La vida breve es de 1950), Antonio Di Benedetto (Zama es de 1956). Es por ello que hablo preferentemente de relaciones, es decir, de coincidencias o de convergencias y no de influencias, concepto antiguo y fuera de lugar literario y estético.