El trabajo tiene por objetivo delinear algunos elementos para ser considerados al momento de diseñar una estrategia global frente al cambio climático. Si bien la comunidad internacional, a partir del Acuerdo de París, se ha planteado como meta no superar el aumento de 2° C de la temperatura global desde la etapa preindustrial, nada indica que el fenómeno se detendrá, pues aún no se ha definido una estrategia que permita asegurar el resultado adecuado. Para lograr una estrategia global consensuada, cada uno de los países debe analizar su situación frente al cambio climático, tanto en materia de mitigación como de adaptación, y definir qué aportes puede realizar a semejante desafío. Las obligaciones pendientes en materia de derechos humanos de los países en desarrollo y, ahora, su especial vulnerabilidad frente al cambio climático, les imponen la apremiante necesidad de seguir avanzando en el camino al desarrollo humano y el alivio de la pobreza. Por otro lado, la estrecha vinculación que existe entre el crecimiento económico y el consumo de energía, mayoritariamente alta en emisiones de GEI, obliga a afirmar que, por ahora, las emisiones de los países en desarrollo seguirán aumentando. Por eso, sin perjuicio de los términos del Acuerdo de París, estos países no pueden comprometerse a reducir emisiones en términos absolutos ya que, actualmente, ello sería incompatible con sus metas de crecimiento. De todas formas, países como China y la Argentina han planteado la posibilidad de estabilizar sus emisiones e incluso comenzar a bajarlas antes de 2030. Para que eso sea posible es esencial que los países desarrollados, en respuesta a sus responsabilidades históricas, transfieran el conocimiento y la tecnología de mitigación que ya tienen en su poder. Si, en lugar de eso, optan por especular con las patentes, el mundo no llegará a las metas acordadas. El caso de la Argentina sirve de ejemplo, sus emisiones están estrechamente vinculadas a su actividad económica y, según su INDC, empezarían a descender cuando alcance un cierto nivel de crecimiento con inclusión. Salvo que las políticas económicas que se implementen lleven a crisis similares a las de 2000-2002 y 2008-2009, en ese caso las emisiones bajarían antes, pero a costa de desempleo, hambre y frío. Finalmente, es importante señalar que las medidas para combatir las emisiones de los sectores energético y agrícola-ganadero deben atender especialmente que, hasta ahora, según la ONU, los principales desafíos para avanzar hacia la seguridad alimentaria y la nutrición mundial, han sido los aumentos de los precios de los alimentos y de la energía. Una estrategia global para luchar contra el cambio climático deberá considerar estas observaciones para evitar generar nuevos y costosos obstáculos para el desarrollo pleno de los pueblos.