En el capítulo previo, se han identificado las principales familias de contaminantes ambientales y los factores que determinan su distribución y destino en el ambiente. Una vez en él, dichos contaminantes pueden ser incorporados por los seres vivos, acumularse y alcanzar concentraciones internas en sitios blanco desencadenando así su acción tóxica. Según McCarty (1990), la toxicidad de un contaminante es la resultante de tres fases de acción. Una primera fase de exposición, dada por los factores físicos químicos y biológicos que determinan su biodisponibilidad, o sea, en que grado un contaminante puede ser incorporado por el organismo.
Luego una segunda fase de partición, dada por los factores que condicionan la absorción, distribución, metabolización y excreción, que determina la toxicocinética y por tanto la bioacumulación del contaminante. Finalmente, una tercera fase de potencia, dada por la concentración interna del contaminante que, según su mecanismo de acción, interaccionará con las biomoléculas en el sitio blanco, y sumado a los mecanismos de reparación/compensación que posea el organismo, determinará la toxicodinámica y consecuentemente la toxicidad del contaminante.
En el presente capítulo se tratarán las dos primeras fases, identificando los principales factores que afectan la incorporación y los procesos que determinan la acumulación de los contaminantes en los seres vivos y en los próximos capítulos se tratarán los efectos tóxicos que inducen.