Retomando las definiciones y objetivos de la ecotoxicología discutidos en los capítulos previos, uno de los principales desafíos de los ecotoxicólogos es estudiar y predecir los efectos que los contaminantes pueden ocasionar sobre las poblaciones naturales, y consecuentemente, sobre el resto de los niveles de organización supra-poblacionales. A pesar de esto, en general los estudios desarrollados en el campo de esta disciplina científica, son abordados desde un enfoque que dificulta la extrapolación de los resultados a condiciones reales. Por ejemplo, la obtención de puntos finales como el NOEC o LOEC a partir de un bioensayo de toxicidad, involucra la existencia o no de significancia estadística respecto a un grupo de individuos control, pero nos lleva a preguntarnos ¿Cuál es la relevancia de un efecto que resultó estadísticamente significativo sobre la viabilidad y desarrollo de una población natural de la especie? Esta pregunta adquiere más relevancia, si los puntos finales son estudiados en condiciones de laboratorio y no involucran aspectos comportamentales y reproductivos. Por otro lado, este tipo de efectos, ¿Qué valor predictivo tienen sobre el desempeño de una población en un ecosistema? La ecología define a una población como un grupo de individuos de una misma especie que coexisten e interactúan en un mismo espacio y tiempo. Esto significa que se trata de un conjunto de individuos que comparten propiedades biológicas y ecológicas, que les dan una alta cohesión reproductiva y ecológica. La cohesión reproductiva implica el intercambio de material genético entre los individuos, mientras que la cohesión ecológica supone la presencia de interacciones entre ellos debido a que poseen requerimientos similares para la supervivencia y la reproducción.
El límite físico referido en la definición previa, determina un aislamiento geográfico entre los organismos de diferentes poblaciones que puede ser superado sólo de manera ocasional, predominando entonces el movimiento libre de los organismos dentro del área geográfica que limita a la población. Esta dimensión espacial es incorporada en los estudios poblacionales a través del análisis de la distribución de los organismos en espacio “estructura poblacional”. Mientras que la dimensión temporal se manifiesta a través del análisis de la “dinámica de las poblaciones”, que se corresponde con el estudio de la variación en el tiempo de los atributos espaciales. Sin embargo, un mero agrupamiento de individuos en un mismo tiempo y espacio geográfico no determinan que estemos en presencia de una población biológica. Las interacciones entre los componentes de un nivel de organización son fundamentales para definir al mismo, ya que determinan propiedades únicas (“propiedades emergentes”), que son incapaces de ser predichas por la simple suma de los componentes del nivel anterior. Así como el punto de fusión del agua no puede ser predicho a partir de la suma de los puntos de fusión de hidrógeno y el oxígeno, en una población existen ciertas propiedades emergentes que son particulares de este nivel de organización y que pueden ser estudiadas para conocer el estado de las mismas.
De esta forma, cualquier estudio poblacional (incluidos obviamente los que analizan los efectos de contaminantes sobre este nivel de organización biológico) debe incorporar el análisis de propiedades emergentes para poder efectuar conclusiones y predicciones sobre su comportamiento.