La relación objeto-imagen en el arte figurativo supone dos actitudes básicas: según se ponga el énfasis en uno u otro término, tendremos el arte que imita o el arte que sublima. En El aguador, de Londres, Velázquez imita un aspecto de la realidad sevillana; en Felipe IV en traje de caza, “comunica” la majestad del rey aposentado en un paisaje que evoca la edad de oro. Paisaje y retrato son a la vez algo real y algo virtual: implican un doble juego por el que la realidad se acerca al mito. La visión del artista era girada al espectador, en quien tenía lugar una respuesta coloquial directa.