Las Unidades de Terapia Intensiva -también conocidas como Unidades de Cuidados Intensivos- se definen por ser servicios especializados en la atención de los pacientes más críticos. En los últimos meses, a raíz de la pandemia de COVID-19, el trabajo al interior de las mismas se vio intensificado. La ponencia tiene como objeto esbozar algunas reflexiones iniciales que se desprenden del trabajo de campo realizado en una Unidad de Terapia Intensiva de un hospital privado ubicado en la Ciudad de Buenos Aires durante la pandemia de COVID-19.
La entrada a este mundo extraño en el que se combinan tratamientos, normas, tecnologías, experiencias, rutinas y emociones específicas implica el replanteo continuo sobre el lugar de la investigadora. Se parte de reconocer las tensiones propias del trabajo antropológico y los dilemas en torno a las figuras de insider/outsider o nativo/extranjero. Dentro de este escenario, la antropóloga se mueve en una posición por demás particular: no forma parte del equipo de salud interviniente ni es cuidadora de una persona internada. En toda su condición, la investigadora, aún así, se ve afectada.
Las reflexiones buscan explorar el lugar de la emoción en los discursos y las prácticas profesionales de los equipos de salud involucrados en este ámbito particular así como también recuperar el papel de las propias emociones de la etnógrafa en el proceso de investigación, asumiendo que la implicación emocional es parte del hacer etnografía.