Este trabajo presenta parte de los hallazgos de una investigación etnográfica que realicé entre 2017 y 2018 en una favela de amplias dimensiones ubicada en la ciudad de Belo Horizonte, en el estado de Minas Gerais, Brasil. El objetivo fue comprender cuáles son las lógicas normativas que organizan y dan sentido a la vida cotidiana y las relaciones de sociabilidad en este territorio. Es decir, ¿cuáles son las dinámicas de producción de orden social que hacen la vida inteligible y de qué modo esos procesos producen sujetos y subjetividades? En el contexto de mi indagación, marcado por las guerras entre bandas de narcotraficantes en conflicto mutuo y por la violencia policial, esa pregunta se conecta con otra: ¿cómo se crea y desarrolla la seguridad e inseguridad a partir de la interacción de múltiples actores que incluyen, aunque no se limitan al Estado (y su aparato policial y jurídico)? Con base en el material etnográfico producido, la ponencia sostiene que las dinámicas de sociabilidad en la favela se producen principalmente a partir de la triangulación de tres regímenes normativos: el del “mundo del crimen”, el del estado, y el de la religión (católica, pero, principalmente las evangélicas en acelerada expansión). Sugiero que en este territorio (así como posiblemente en otros contextos de pobreza urbana latinoamericanos) la referida triangulación es fundamental para el establecimiento de los marcos interpretativos y morales que establecen quién es más o menos digno de respeto y quién, consecuentemente, estará más o menos provisto de seguridad. Son estos marcos, siempre maleables, los que también, en última instancia, definen quién es considerado humano o “gente” (con la seguridad que eso genera) y quién aparece como eliminable o “matable” (con la inseguridad que eso acarrea), o más simplemente, quién vive y quién muere en la favela.