La historia de la educación argentina, limitada por los años ochenta y treinta, encuentra significado si se tiene en cuenta la línea de ideas que arranca de la Revolución de 1810. Los hombres de Mayo trajeron un proyecto de país, y de educación, que si bien no fue realizado plenamente por ellos, fue retomado y reelaborado en lo fundamental por los “proscriptos” y concretado en la amplia gama de las instituciones políticas por los “constituyentes” del cincuenta y tres. Ellos produjeron, dentro del proyecto nacional, las piezas del proyecto educacional. La generación del 80, complementada por la del 96, y, a su modo, por la del 10, ensamblaron esas piezas en la legislación y en las instituciones y, sobre todo, intentaron llevarlas a la tarea cotidiana de la escuela, el colegio y la universidad. No se manejaron siempre con los mismos fundamentos ideológicos de sus antecesores, ya que debieron buscar otros que se adecuaran a las nuevas situaciones y a las perspectivas que podían entrever.