A partir de mediados de los ochenta, desde el autoexilio en España, Marcelo Cohen propone un nuevo tipo de realismo al que denomina “incierto” o “inseguro” (Cohen “Como si”). Con él quedan desplazados el contacto con un realismo social matizado con realismo mágico de sus primeras obras, y la confianza en el carácter representativo crítico de la literatura, su valor gnoseológico y su posible efectividad se reelaboran. Con esta categoría pretende neutralizar o limar la distinción entre el realismo y lo fantástico para dar lugar a una síntesis que corroe ambas legalidades genéricas y demostrar cómo podría funcionar o funciona la literatura, la narración en general, más allá de las diferencias o polaridades que si bien pueden tener su fundamento en procedimientos técnicos y morales, son frustrantes en tanto moldes/clausuras/mitos, obturantes de la posibilidad de que algo nuevo surja en el proceso de contar. En este sentido, la literatura de Cohen sería un caso más de las “escrituras desdiferenciadoras” que comienzan a distinguirse a partir de 1990 y se caracterizan precisamente por establecer fusiones y combinaciones múltiples entre formas, estilos, categorías que tradicionalmente se oponían. Sobre la base de este proyecto, en los textos producidos a partir especialmente de la década del noventa, Cohen presenta espacios virtuales distópicos, fantasías anticipativas paranoicas que son términos extremos de nuestras propias leyes y tienen puntos de contactos con la tendencia, que iniciada por el ruso Eugene Zamiatin en 1920, consolidaron Huxley, Orwell, Bradbury, como una de las líneas genéricas más sobresalientes de la literatura de este siglo: la contrautopía vinculada a la ciencia ficción.