La historiografía sobre Andalucía constituye un buen ejemplo de la construcción de la imagen arquetípica de una de las regiones de España que más ha suscitado elogios en las descripciones de la antigüedad y el medioevo. Las fuentes han potenciado la valoración de ciudades y entornos rurales incorporando mitos y leyendas; han indicado su superioridad y jerarquía basándose en sus excelencias: belleza, buen clima, fertilidad, riqueza y abundancia; y han convertido a su espacio geográfico en un gran depósito de símbolos, atribuyéndole todos los tópicos de las ciudades ideales y del locus amoenus.
Ahora bien, para nuestro análisis no carece de importancia que aquellas características de la retórica historiográfica, heredera de la tradición antigua y medieval (derivada de la cultura pagana, cristiana y de la época de dominación musulmana) tuvieran gran difusión y vigencia en los primeros siglos de la Edad Moderna, integrándose al género de la utopía. Los humanistas recopilaron, recrearon y resignificaron aquellas representaciones de Andalucía, sus virtudes y bondades, como si fueran inmutables, como si viviera una “eterna edad dorada” o estuvieran fuera del tiempo. Esa geografía que describen, capaz de conjugar lo real y lo imaginario, los hizo volver la vista al pasado para ofrecer -en un contexto distinto de España, de fractura, crisis y conflicto, una imagen ideal de un lugar y un tiempo perfecto, deseado y añorado por la sociedad, impulsando a los hombres a la acción, en su deseo de vivir y habitar un mundo mejor, un mundo posible.