Cuando Paola me dijo: cambiamos el patrón por la municipalidad1, en 2014, parecía que una institución desconocida venía a reemplazar toda una vida de trato personalizado y directo.La salida de la finca y este “reemplazo” se daban en un contexto de profundas transformaciones en la zona2. Allí donde históricamente las propiedades productivas habían definido el paisaje y la forma de organización y resolución de la vida de las familias trabajadoras, la urbanización avanzaba a paso firme. Sin embargo, el proceso de transformaciones afecta no sólo la materialidad del espacio, sino también y principalmente, el modo de vida de sus habitantes. En este sentido, este no puede ser comprendido como lineal, simple y directo (del patrón a la municipalidad). Si la relación de dominación patrón-trabajadores permitió sostener un sistema productivo, no podría haber sido posible sin dos pilares que escapan a ciertos análisis económicos y productivos: las redes de relaciones personales y de conocimiento mutuo, y una lógica de parámetros morales que fue central al contrato de trabajo -más allá que este haya sido declarado o no-. Esta relación ha definido un modelo de interacción que ha permitido históricamente la resolución de la vida, y a partir del cual los trabajadores experimentan y explican las redes de relaciones en las cuales están inmersos. El recuerdo y la naturalización del vínculo personalizado histórico con el patrón influencia de una forma particular la posición de mis interlocutores en un presente de incertidumbre y de cambio respecto a los nuevos vecinos, a las instituciones estatales y entre ellos. Entonces, ¿qué se esconde detrás de la aparente simpleza “del patrón a la municipalidad”?