En esta ponencia se presentan los resultados parciales de un trabajo etnográfico sobre la Danza Integradora, llevado a cabo en el curso de extensión universitaria del Departamento de Artes del Movimiento de la Universidad Nacional de las Artes, denominado emicamente como “taller”. Dicha práctica es definida por los propios actores como una modalidad de danza que reúne a personas con y sin discapacidad. Para comenzar, partiremos de la premisa de que en el taller se crean y recrean sentidos que están social y culturalmente constituidos, en oposición a los discursos émicos que caracterizan al taller como un ámbito que se halla por fuera de las "lógicas individualistas y competitivas propias de la sociedad de consumo". En esta línea, haremos énfasis, brevemente, en dos dimensiones centrales de dicha práctica: la dimensión religiosa y la dimensión política. En el primer caso, se propone incluir a la Danza Integradora dentro del conjunto de prácticas destinadas al bienestar personal, vinculadas con el movimiento de la Nueva Era, que otorgan al individuo y a su “mundo interno” un carácter sagrado que encuentra, en la Danza Integradora, un espacio para “expresarse”. En este punto, también se propone hacer mención al modo en el que los participantes describen y viven su experiencia estética en el taller como “transformadora”, en analogía a las vivencias de conversión de tipo religiosa. En cuanto a la segunda dimensión, expondremos los procesos de jerarquización intra e intergrupal que estructuran al grupo y los repertorios que se movilizan en cada caso para el sostenimiento de los diacríticos y las posiciones de privilegio. En este sentido, se describirán los procesos de distinción mediante los cuales la Danza Integradora se distingue de otras prácticas artísticas vinculadas al campo de la danza y/o la discapacidad, desplegando estrategias propias del campo artístico para acrecentar y consolidar capital. Asimismo, veremos cómo al interior del grupo se reproducen las posiciones jerárquicas de los “pioneros” y los establecidos por sobre los participantes “nuevos”, aunque el mismo sea caracterizado como un espacio “igualitario” dónde "nadie es más que otro".