Con el retorno de la democracia en Argentina, luego de la dictadura más sangrienta de su historia, se comenzó a hablar de la maldita policía. Primero, con respecto a la policía de la Provincia de Buenos Aires, la más grande del país; luego, en referencia a la policía en general. El adjetivo “maldito” estuvo –y aún está– ligado a una estructura institucional delictiva y corrupta que comete crímenes contra la población, la mayoría de las veces, gozando de la más plena impunidad. La condición de maldita no puede ser desligada de la supervivencia en la institución de una cultura y unas prácticas de la dictadura. Es en esta línea que ubicamos a los malditos medios: son aquellos que han actuado y actúan con prácticas nefastas, incluso criminales, tanto en la dictadura como durante la larga década neoliberal.