Desde su ascenso al poder en el año 2019, Nayib Armando Bukele Ortez ha gobernado El Salvador con la estridencia que lo caracteriza. En lo que refiere a su estilo de liderazgo, Bukele fomentó, desde el primer día, la imagen de un gestor eficiente que produce resultados, incluso en detrimento del respeto de los procesos institucionales establecidos (Mizrahi, 2020). Para la construcción de esta imagen, utilizó como canal por excelencia para toda su comunicación política la red social Twitter. Desde allí, Bukele da órdenes a sus funcionarios, realiza anuncios oficiales y se comunica de manera directa con la población salvadoreña. A su vez, se vale de esta red social para polemizar bruscamente con sus opositores políticos. Como señala Daniela Gilardoni (2021), el presidente salvadoreño posee una clara retórica confrontativa, donde demuestra sin tapujos su desprecio tanto por los líderes opositores como por la prensa que no es afín a su administración, y donde participa de campañas de desprestigio y difamación.
En este contexto, no debería sorprender la manera en que Nayib Bukele se involucra en la gestión de la política exterior de El Salvador, en estrecha consonancia con los modos señalados anteriormente para la política nacional. La política exterior salvadoreña se define – en gran parte – por su vínculo con los Estados Unidos, como resultado de la geografía, de las oleadas migratorias, de la memoria histórica de su relación y de los fuertes lazos políticos y económicos. Sin embargo, desde el cambio de orientación del gobierno de los Estados Unidos tras la llegada de Joseph Biden a la Casa Blanca y los cambios institucionales acaecidos en El Salvador, algunos ejes de la agenda externa salvadoreña se modificaron sustancialmente. Para analizarlos, en el próximo apartado, nos valdremos de los aportes teóricos de Juan Carlos Puig.