En la labor de los críticos en torno a la literatura de Horacio Quiroga se dedica especial atención a un conjunto de relatos comúnmente colocados bajo el marbete de los "cuentos misioneros" y numerosas veces se dejó constancia de las estrechas correspondencias que unen las propias experiencias o empresas del autor en aquel marco salvaje con el material anecdótico incluido en sus ficciones. Ahora bien, cabe recalcar que esa relación primordial en Quiroga entre la vida personal y la creación también posee su vertiente urbana. Así notaremos que fue durante su larga estancia (1916-1931) en la ciudad de Buenos Aires y en Vicente López, cuando en las salas oscuras, se dejó seducir por el cinematógrafo, una seducción vivida que pronto se convirtió en fascinación inspiradora. Forzoso es recordar aquí su prolija y apasionada actividad periodística sobre el cine mudo en varias revistas de Buenos Aires entre 1919 y 19271. En ese contexto, no nos extraña el que tal esfera de interés, tanto estético y técnico como emotivo, se trasladara a su vez al universo de sus ficciones en cuatro cuentos, cuyas fechas de publicación encuadran además las de las series de artículos críticos: "Miss Dorothy Phillips, mi esposa" (La novela del día, n°12, 14/02/1919), "El puritano" (La Nación, 11/07/1921), "El espectro" (El Hogar, n° 615, 07/1926) y "El vampiro" (La Nación, 11/09/1927).