Profundamente convencida la mayoría de los hombres de que el analfabetismo -considerado como ausencia completa de la acción educativa escolar sobre los individuos- significa dejar a estos abandonados a la sola acción sugestiva del ambiente social; significa dejar a las poblaciones en la inconsciencia, en el desconocimiento de sus deberes y de sus derechos y por consiguiente en la imposibilidad de sentir su dignidad de hombres y de ciudadanos; significa no poder crear y alimentar en el pueblo los ideales patrióticos, humanos y sociales que derivan de los distintos conocimientos relativos a las actividades humanas más comunes y más útiles: reconocido que en el mundo civil moderno ningún estado puede dignamente tener altos su decoro y su prestigio y aspirar a convertirse en factor de progreso en la vida internacional, si juntamente con la salud física, descuida la elevación intelectual y moral de todos sus ciudadanos: admitido que la educación de las masas representa para los Estados no sólo un deber sino su mayor instrumento de fuerza y de lucha, la verdadera necesidad de su existencia: reconocido en una palabra que cada hombre vale en proporción de lo que sabe, y que se considera más perfecto y por consiguiente de mayor valor aquel que tiene carácter, inteligencia y cultura, que participa de la vida social y a ella contribuye con la acción pronta y eficaz, se libró la gran batalla para combatir vigorosa y despiadadamente la planta funesta del analfabetismo.