La enseñanza de disciplinas jurídicas se ha caracterizado por el uso de metodologías docentes de carácter tradicional, soslayándose la posibilidad de que el Derecho se puede aprender “jugando” en tanto se concibe al juego como un mecanismo de ocio y entretenimiento, en contraposición al mundo del trabajo hacia el cual se direcciona la formación universitaria. Sin embargo, no se debe olvidar que no se trata de “jugar” como mera actividad de entretenimiento, sino de utilizar a los juegos para propiciar el mejoramiento de las relaciones intrapersonales e interpersonales del grupo; incentivar el desarrollo del pensamiento crítico y reflexivo, y habilitar un espacio seguro donde además de la razón, la emoción cobre relevancia. Desplegar actividades lúdicas en el aula resulta sumamente beneficioso para la comprensión de determinadas mecánicas y la aparición de los estados creativos imprescindibles en la formación de profesionales comprometidos con la realidad social. Parece extraño hablar de juego en el nivel de la educación superior, pero cuando nos referimos a la creatividad, nos encontramos en el terreno propicio de exploración para intentar renovar la enseñanza desde lugares nuevos.