El hombre de edades remotas, descubrió en el trabajo de las abejas su alimento predilecto, y desde entonces, fué parásito del laborioso insecto, al cual persiguió y destruyó para robarle el fruto de su previsión admirable. Con la civilización vino la necesidad de explotarlas empleando métodos menos brutales, y es así cómo los investigadores encuentran en las viejas tumbas de Egipto, los primeros gráficos que demuestran la existencia de una industria incipiente de explotación de las abejas en pueblos primitivos de vida sedentaria.