Objetivos: describir la práctica musical como un fenómeno social de elaboración de sentido entre el/los/las performer/s y el público; problematizar las concepciones: (i) de el/la performer como mediador/a entre compositor/a y el público, y (ii) del público como un/a receptor/a que no interviene en el proceso de producción de el/los/las performer/s; indagar las interacciones cara a cara (o cuerpo a cuerpo) que se establecen en un contexto de práctica musical social, desde una perspectiva de segunda persona.
Fundamentación: en la actualidad, la diversidad de prácticas musicales exhibe en su producción configuraciones que ubican de maneras particulares estas situaciones de creación, performance y recepción, las que no se reducen necesariamente a la producción de una obra en concreto, o a los roles tradicionales de compositor, performer y oyente. Sin embargo, la investigación suele centrarse en el análisis de registros (escritos, audiovisuales), y asume un punto de cierre o finalización de los fenómenos, cuando en realidad podría considerarse también el estudio de los procesos continuos de realización y significación humanos que ocurren antes, durante y después de la experiencia musical. Más específicamente, dentro de un contexto más amplio, la música se inserta en la vida social en situaciones que exceden a las obras y sus creadores/as, incluyendo procesos de significación que ocurren durante la producción sonora (performances) y la recepción (público), y en la interacción de dichos agentes (entre co-performers así como entre performer/s y público). Enfatizando la idea de música como proceso históricamente situado dentro de un entramado social, la información relevante a ser investigada no se reduce a una señal sonora, sino que además intervienen significaciones que están distribuidas en las interacciones entre personas (y con ellas, sus intenciones y emociones, y las posibilidades de influir y/o modificarse mutuamente). Este enfoque postcognitivo para el estudio de la música (anticartesiano, antiindividualista, y antirepresentacionalista) destaca su estatus de práctica social, rescata el pensamiento y la significación corporeizada de la música, dentro del marco de una cultura (incluyendo sus concepciones y convenciones de práctica) (Martínez, 2018). Su estudio se promueve mediante el empleo de un enfoque interdisciplinario a partir de los aportes de la filosofía, la psicología de la música y las ciencias cognitivas, en diálogo con la perspectiva de los/las músicos/as y el público, con el fin de obtener una comprensión amplia de los fenómenos involucrados (Martínez y Pérez, 2021).