El autor de este capítulo busca determinar si los procesos de integración y, en particular, los que emergen a partir del nuevo regionalismo, tienen impacto en materia de distribución de capacidades o si influyen en la igualación del acceso a la educación de los distintos estratos sociales, contribuyendo así a una mayor cohesión social, lo que redunda en última instancia en un mayor nivel de gobernabilidad no sólo hacia dentro de los países que participan del proceso, sino en el seno de los espacios que comprenden cada uno de los esquemas de integración.
A tal efecto se presenta un modelo cuyos resultados, contrastados empíricamente con las distintas fuentes presentadas, muestran que el proceso de mayor integración de los ’90 generó un incremento del premio salarial por completar estudios secundarios y superiores.
También se verificó (y continúa aún) un proceso de mayor acceso a la educación en la región, con el agregado de que los crecimientos en las tasas de acceso fueron más significativos en los niveles socioeconómicos bajos, lo que hizo que cayeran los índices del Gini educativo que mide la desigualdad de la distribución de años de escolarización de la población.