El impacto que la ciencia y la tecnología tienen hoy sobre los seres humanos y sobre el futuro de nuestras sociedades no deja lugar a dudas acerca de su carácter intrínsecamente político. Se trata de una actividad social que no debe ser un asunto exclusivo de los científicos sino de la ciudadanía en su conjunto.
A lo largo del siglo XX la tensión entre la actividad diaria que científicos y tecnólogos desarrollan y sus posibles efectos, aplicaciones y usos se fue haciendo cada vez más explícita y evidente. El dramatismo de este conflicto quizás pueda resumirse en el comportamiento de Albert Einstein frente al horror de la bomba nuclear lanzada en 1945 por los EE.UU. sobre Hiroshima y Nagasaki. Einstein, quien contribuyó indirectamente con sus trabajos teóricos y directamente con su apoyo a la realización de la bomba, mostró dramáticamente su conflicto personal en las cartas al filósofo japonés Seiei Shinohara. En las mismas se manifiesta un doble arrepentimiento: tanto por sus contribuciones científicas al tema, como por su iniciativa para lograr que los EEUU fabricaran la bomba (Rowe y Schulmann, 2007).
En los países periféricos -como el nuestro- este conflicto adquiere características específicas. Principalmente, porque, salvo excepciones, existe una fuerte desvinculación entre la producción de conocimiento CyT y la dinámica del desarrollo socioeconómico del país. Esta situación hace que la carrera académica individual de los científicos y tecnólogos, al no estar ligada a planes y proyectos nacionales coherentes que impulsen el desarrollo y el crecimiento, se encuentre sujeta a tensiones de tipo político y social, como problemas de salarios, falta de presupuesto para investigación o dificultades de crecimiento. Para muchos se plantea además la frustración de evidenciar que su trabajo podría contribuir a solucionar necesidades del país, pero que -en este contexto- eso no ocurre por la falta de políticas adecuadas.
En este trabajo se plantean algunas cuestiones referidas al comportamiento individual de lo que Oscar Varsavsky (1969) llamó un “científico politizado”, entendiendo por tal al científico o tecnólogo sensible a los problemas sociales que no renuncia a preocuparse por el significado social de su trabajo. Presentaremos las disyuntivas que se le presentan en el escenario anteriormente descrito y describiremos las alternativas desarrolladas en nuestro país en los últimos años por muchos científicos y tecnólogos para integrar actividad CyT y compromiso social y político.