La relación de las prácticas populares con la hegemonía presenta tensiones cruzadas, prestamos mutuos y –fundamentalmente en la contemporaneidad– confusiones ligadas a la acción de las industrias culturales (una de cuyas funciones es normativizar lo popular y asimilarlo a lo masivo). La subalternidad puede investirse de formas que no están ligadas, estrictamente, a las categorías clásicas de desigualdad y de clase, sino, también, a conformaciones simbólicas, como las de género, la de raza y la de trabajo. En estas negociaciones y adecuaciones el rol de los intelectuales y de los artistas adquiere mayor importancia para distinguir de qué modo se niega o se afirma lo subalterno, explicitando su complicidad con la hegemonía o sus esfuerzos por imaginar lo que está del otro lado (Beverly, 2006). El lugar de los cineastas está atravesado, entonces, por esta inscripción que sintetizaremos en las líneas siguientes.