Para poder comprender los modelos formativos que han influido en nuestras prácticas como extensionistas, al comenzar la cursada de Extensión Rural, nos adentramos junto a los estudiantes en el concepto de educación , desde la convicción de que lo educativo puede ser mirado como “proceso” no sólo en las instituciones escolares o educativas en general, sino también en diversos espacios sociales.
Es así que sostenemos, como hace 70 años lo hacía el pedagogo cordobés Saúl Taborda, que todos los espacios sociales son potencialmente educativos, a veces desafiando las propias acciones educativas escolares. Estos espacios tienen además su propia didáctica.
La primera apuesta que hacemos entonces desde el Curso de Extensión Rural, en la búsqueda de que los estudiantes amplíen la mirada, consiste en una serie de dispositivos didácticos que buscan facilitar la comprensión de que la función educativa se ha cumplido a través de múltiples y heterogéneos canales: la escuela es uno de ellos, pero nos rodean cientos de espacios. En otras palabras, buscamos que los estudiantes comiencen a vislumbrar, y nosotros recreamos este camino junto a ellos, que hay discursos interpeladores que vienen de distintas zonas: el mediático, el callejero, el comunal, el del mercado, el escolar y que desde estos discursos “leemos y escribimos la vida y el mundo”.
Por otro lado, le damos importancia a resaltar la necesidad de considerar no sólo lo “positivo” de estos discursos, sino indagar en qué forman y para qué. Contextualizamos entonces que la consideración exclusiva de lo “positivo’, responde a una representación hegemónica por la que los procesos educativos suelen verse como neutrales, más o menos estables en el tiempo, cargados de positividad, es decir, de “valores” y “prácticas” positivas socialmente. Esto sin estimar los modos en que los valores y las prácticas sociales sólo pueden comprenderse como “positivas” en un determinado tiempo y lugar.