En el ámbito de la enseñanza del canto la imitación obtuvo siempre una connotación metodológica negativa. Esta metodología de trabajo, en la que se buscaba eliminar la imitación, proviene de los ámbitos académicos de enseñanza superior del canto donde el maestro promueve en el futuro cantante lírico una autonomía de estudio y de versión final de las obras. Encontramos en los programas de estudio sugerencias como: “realizar un estudio integral de la obra a partir de su lectura musical y el acompañamiento del maestro sin recurrir a un modelo”, esto significa: no imitar desde una grabación, sino estudiar la partitura y armar la obra en clase. Sin embargo sabemos que una gran parte del aprendizaje de la vocalidad y la fonación tienen un componente imitativo: el lenguaje se aprende por imitación, y de la misma forma aprendemos las cadencias, los fiatos, el fraseo, y los primeros rudimentos vocales con los que nos acercamos al canto desde la infancia.
Retomando la tradición metodológica de la escuela italiana belcantista, basada en la imitación del buen canto, explicaremos cómo el mismo puede ser aprendido en una clase grupal a partir de la empatía en el hacer cuando todo el grupo comparte la escucha.