El desarrollo del artículo se eslabona en dos partes. En la primera se reconstruye el lanzamiento por parte de las agencias de inteligencia y seguridad de EE. UU. de programas para influir, cooptar y trabajar cooperativamente con los grandes medios de comunicación del continente en la cruzada antisoviética. En la segunda, en realidad un corolario del proceso anterior, se describe el dogmático sesgo anticomunista y las implacables manipulaciones informativas (campañas de difamación, maledicencia, mendacidad, etc.) de los grandes medios del continente contra varios gobiernos reformistas y revolucionarios surgidos en Latinoamérica tras la segunda posguerra.
Una vez delimitado el objeto, es menester una aclaración. Nuestro enfoque no comparte la creencia en el poder omnímodo e ilimitado ejercido por tan influyentes medios en todas las orientaciones y conductas políticas de la población y en la agenda de decisiones de los gobiernos. También rechaza las interpretaciones macroconspirativas del proceso histórico, según las cuales las voluntades colectivas o las orientaciones de los gobiernos son meras digitaciones perpetradas por agencias, cenáculos, sectas, poderes secretos que controlan cada uno de los múltiples factores del complejo y, en buena parte imprevisible, devenir social. No obstante, en un periodo como el de la guerra fría, donde el espionaje, el secretismo y la acción encubierta conformaban un repertorio de acciones valoradas por las elites gobernantes, nos parece necesario prestar atención a las dimensiones encubiertas en las que se procesaron las confrontaciones políticas e ideológicas del período. Y en este sentido, resulta una tarea indispensable ocuparnos de las relaciones de cooperación, frecuentemente solapadas, entre la Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA) y las grandes empresas periodísticas, representadas corporativamente por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), en la lucha contra el comunismo.