Quizás el primer obstáculo sea admitir que existen conductas dañinas, socialmente toleradas, solamente porque a los Estados les resulta muy difícil controlarlas o reprimirlas. Aunque exista consenso en lo disvalioso de esos comportamientos, que se admita que son potencialmente perjudiciales y que mayormente se llevan a cabo con plena intención, generalmente se prefiere dejarlas sin sanción, Las noticias falsas, -deliberada y verificablemente falsas- son informaciones fabricadas con la "intención de engañar o de obtener una ganancia económica o política o que pueda causar un perjuicio público". Pese a estos acuerdos, a la hora de sancionar, los gobiernos prefieren no hacerlo o dejarlo en manos de iniciativas particulares más relacionadas con la ética que con la punitividad. La difusión de estas noticias falsas a nivel exponencial se ha visto favorecida por el uso de las tecnologías digitales y que estas son propiedad de enormes empresas cuyo concepto ético es visto mayoritariamente desde la óptica comercial. A esta dificultad sancionatoria se le suma la controversia que supone afectar con restricciones a pilares fundamentales de los sistemas democráticos vigentes como son la libertad de expresión y el derecho humano a la información. El dilema se acrecienta de acuerdo a la calidad democrática de los Estados, la robustez de sus gobiernos, los consensos regionales, la tradición en valores liberales o sociales, la creciente potencialidad de las empresas de servicios digitales y la efectiva posibilidad de sancionar o simplemente controlar comportamientos considerados lesivos. Las estrategias son variadas y van de la autorregulación y el consenso hasta el control administrativo y judicial y desde la imposición de multas y suspensiones hasta las cancelaciones y prisionización para los presuntos responsables. En el presente, se intenta una mirada sobre las regulaciones de la Unión Europea, los EEUU, la diferente estrategia de países latinoamericanos y aún de Estados con sistemas autoritarios. Por último quizás haya que agregar que este es un escenario en permanente cambio. Lo que hoy se ensaya como una respuesta queda limitada a lo político, lo tecnológico, lo social o lo regional, y que tal vez, la única certeza sea una temporalidad acotada a la siguiente transformación.