Abordaré aquí el problema de la violencia revolucionaria, no ya en sus manifestaciones estrictamente políticas o en sus formas organizacionales sino en sus sentidos más profundos. Lo haré a partir de un texto particularmente representativo de la sensibilidad revolucionaria de los setenta, y, al mismo tiempo, partícipe de la conformación y el modelado de aquella sensibilidad. Me refiero a Los condenados de la tierra, de Franz Fanon, publicado por primera vez en español en 1963, con prólogo de Jean-Paul Sartre. Advierto que abusaré un poco de las citas, tan sólo para ser lo más fiel posible a la fuerza de aquellas palabras que, como decía, participaron del modelado de una sensibilidad revolucionaria que conjugó humanismo y sangre, una sensibilidad matrizada por la conciencia de lo que la violencia cuesta y promete a la vez.