La Modernidad es conflictiva, contradictoria, es un tiempo “histórico confuso, desorientado y de transición” (Handelsman, 2002, 51). El Modernismo es la expresión del conflicto social, político y cultural de la crisis de fin de Siglo XIX y los lenguajes artísticos se subordinan a esas necesidades. “Lo que se considera hoy modernidad en Ecuador…tiene sus orígenes en el modernismo, que, pese a sus orígenes elitistas, abrió nuevos derroteros” en el intento de liberarse de su pasado colonial (Handelsman, 2002, 57).
Desde algunos sectores, puede hablarse de una identidad paradójica: “tener sangre india y mestiza y querer ser culturalmente blancos…los modernistas (vivieron) intensamente la subyugante antítesis de la sangre y de la cultura”, antítesis que se extiende a la política y a la economía (Arias Michelena, 1981, en Handelsman, 2002, 189).
El artista moderno ecuatoriano opuso resistencia al utilitarismo y mercantilismo dominantes. Encarnó en simultaneidad una identidad idealista y contestataria. Fueron ellos los que iniciaron una nueva concepción del arte y de la función del artista. Entre las paradojas de la Modernidad ecuatoriana se encuentran también las siguientes: los jóvenes modernistas ecuatorianos lucharon contra los planteos capitalistas, sosteniéndose en valores anacrónicos y elitistas. También Camilo Egas los sostuvo en sus comienzos como precursor indigenista.