Este trabajo se encuentra jalonado por interrogantes que no son sino variaciones y reformulaciones de uno principal: ¿Cuál es el cuerpo que duele? El estado de la investigación impone, por el momento, la urgencia de las preguntas debido a que las conclusiones todavía son precarias y provisorias. Por este motivo, la pregunta inicial no posee una función retórica sino programática, tiene valor metodológico en la medida que permite circunscribir un problema y también precisar la perspectiva de abordaje distinguiéndola de otras. En su misma formulación delimita un campo, el de la experiencia y la primera persona, y señala un modo de investigación, el fenomenológico. Es, además, la pregunta que se intentará responder evitando para ello, por un lado, la preocupación acerca del sujeto del dolor (Geniusas, 2014), que implica posicionarse de un lado u otro del dualismo conciencia-cuerpo y tratar de justificar la elección, y, por otro lado, intentando prescindir de toda perspectiva de análisis que privilegie a “la conciencia del dolor” (Serrano de Haro, 2015), para evitar sustituir “el fenómeno” por el “pensamiento del fenómeno”. En síntesis, aquello que me interesa aprehender fenomenológicamente con la pregunta introducida al comienzo y sus posibles variaciones es la corporalidad o fisicalidad aludida en la experiencia del dolor.