Sin ningún tipo de limitaciones etarias, temáticas o de distribución, la característica central de la industria de la historieta nipona resulta ser, claramente, la versatilidad. Objeto de inmensa popularidad tanto en su público receptor de primer orden como en todas aquellas audiencias que conquista en su avance por el globo, la absorción de tópicos narrativos externos al archipiélago es una herramienta de primer orden a la hora de construir tramas atractivas para este vasto número de lectores. Así, aquellas se cargaron de un nivel creciente de exotismo en tanto que abordaron —en diverso grado— campos culturales vinculados con la esfera de lo religioso, lo mítico o lo sobrenatural. Al tratarse de una sociedad tan proclive a estas expresiones de lo metafísico y a la tendencia de considerar exótica toda manifestación religiosa ajena al archipiélago (Venn: 2000), semejantes sustratos narrativos son potencialmente infinitos a la hora de contar una historia atractiva para cualquier audiencia.
Los ejemplos que se adecúan a tal entrecruzamiento son demasiados para hacer notación extensiva de ellos, pero es posible, a la hora de analizarlos, establecer una suerte de stemma de acuerdo al que pueda identificarse un supuesto origen de este estilo de diálogo intertextual encarnado en historieta. El arquetipo de esta clase de obras, creemos, es el cómic Saint Seiya y su franquicia derivada, que engloba diferentes historietas supervisadas por el creador del concepto original pero que abordan diferentes momentos específicos del devenir temporal de su diégesis, que ab arca varios siglos hacia el pasado. Esta historieta, en consonancia con esta enorme longitud en el tiempo, utiliza varios rasgos provenientes de diversos estratos temporotemporo-espaciales para determinar el amplio rango de acción de sus personajes principales, quienes se identifican con dos locaciones específicas: Japón y Grecia. Pero, en particular, el arco argumentativo en el que se narran las batallas específicas en el reino de los muertos compilará en su interior rasgos míticos de muchas otras tradiciones ajenas a estos dos sustratos, como pueden ser la nórdica, la estrictamente budista o la egipcia. Será el propósito de este