El ascenso económico y la proyección de China en el escenario internacional que comenzó en los noventa y tuvo un fuerte impulso a partir de la crisis financiera del 2008, estuvieron acompañados del uso de herramientas de diplomacia económica en función de objetivos internos y externos del gigante asiático. Las dos iniciativas más importantes lanzadas por Beijing han sido la Nueva Ruta de la Seda (o BRI) y el Banco Asiático de Inversiones e Infraestructura (AIIB, por sus siglas en inglés). Presentadas como iniciativas separadas para promover la cooperación económica global, han pasado a verse como complementarias a la diplomacia china y herramientas de la pugna hegemónica con Estados Unidos (Cai, 2018). Así, el presidente del AIIB definiría a ambas instituciones como “dos motores de una aeronave, donde ambos son necesarios para volar suavemente y alto” (Lanxu & Jia, 2018).
China utilizaría estas iniciativas para promover su desarrollo interno, obtener materias primas y energía, donde entraría la BRI, basando su financiamiento en el AIIB, construyendo un método alternativo al controlado por los Bancos Multilaterales Tradicionales. Esto le permitiría ganar terreno frente a las potencias dominantes del sistema económico internacional tradicional. Visto sus condicionantes para obtener financiamiento de los Bancos Multilaterales de desarrollo tradicionales como su necesidad de inversiones en infraestructura, Sudamérica comienza a participar más activamente en estas iniciativas. La relación entre el AIIB y la BRI no sería directa, sino que estaría establecida de forma laxa, dada por la estructura de gobernanza del banco, con una participación mayoritaria de China, pero principalmente por el sobrelapamiento en el tipo de proyectos que tratan, mayormente destinados a infraestructuras, En este trabajo haremos un repaso de las principales características de la BRI y el AIIB, la relación entre ambas y la situación de los países de Sudamérica en ellas, con un análisis de los proyectos del AIIB en la región.