Las Clínicas Jurídicas de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata cumplen, en estos días, doce años de marcha y carretera.
La experiencia de su tránsito fluye torrentosa, nos involucra, sorprende, desafía, renueva. Conecta mundos incomunicados, derrumba dogmas, prejuicios, ideas canonizadas, chatarra de la repetición y de la jerarquía.
¿Todo esto? Todo esto y más.
Que el derecho pueda servir como acción emancipadora. Que pueda dialogar con las comunidades vulneradas, con los colectivos postergados, con la población sobrante. Que su texto abierto sea completado, que su interpretación prevalente ligada a los poderes fácticos sea apropiada por estos sujetos, hecha lengua propia.
Y que todo esto -junto con lo que olvidamos o no vimos o negamos- sea materia transformadora, que nos cambie en el cruce con el otro, con el dolor del mundo que no conocíamos, que sospechábamos pero no era propio.
Todo esto, y más, en la frontera de la academia, en su extensión, cargando con los saberes instituidos, útiles e inútiles para afrontar el real social, económico, comunitario, el espacio público e institucional.
Entonces la Clínica Jurídica acaso sea algo que nos sucede, un río -de nuevo- que nos lleva. Tratar de entender esto, de capturar algo de su acontecimiento, es lo que nos proponemos para avizorar, tímidamente, algunos elementos que puedan servir para una pedagogía no dogmática de los derechos humanos.
Entonces, tres verbos, tres acciones en interrogación. Criticar, habitar, trabajar.
Aquí vamos.