El trigo (Triticum aestivum L.) es uno de los cereales más extensamente cultivados y comercializados a nivel mundial debido a su importante contribución al consumo humano, proveyendo un alto valor nutricional (Gutiérrez-Moya et al., 2020) y es una de las bases para garantizar la seguridad alimentaria con una población mundial en continuo aumento. En 2020/2021, la producción global fue de 777 millones de toneladas (U.S Wheat Associates, 2021). Los avances tecnológicos en el cultivo y procesamiento de este cereal han allanado el camino para que se convierta en una de las materias primas más económicas y de uso más extendido para aplicaciones alimenticias y no alimenticias.
Siendo uno de los más ampliamente consumidos en occidente desde épocas remotas, el grano del trigo es utilizado para hacer harina, harina integral, sémola, cerveza y una enorme variedad de productos alimenticios desde pan y otros alimentos horneados hasta pasta, y muchos otros productos que sirven de alimento básico en todo el mundo. Los alimentos a base de trigo contienen nutrientes de alto valor tales como proteínas, vitaminas, minerales y fitoquímicos bioactivos, y aportan alrededor del 20% de la energía consumida por la población mundial.
Además, muchos de los constituyentes del trigo, como el almidón y el gluten, están presentes en productos de uso cotidiano (Wieser et al., 2020).