Revolviendo el estante de libros de mi tío me encontré con el Manual de Literatura hispanoamericana y argentina de Martha Fernández de Yácubsohn. El libro estaba dirigido a alumnos de cuarto año de las escuelas técnicas y proponía un modelo de análisis de las obras canónicas de la literatura. Antes de abordar el estudio de los textos la autora les ofrecía a sus lectores una “breve explicación metodológica” en la que se configuraba la dinámica que subyacía al libro y se explicitaban las operaciones que se esperaba que realizaran los alumnos. Se aclaraba que las obras podían estudiarse atendiendo a dos aspectos: los intrínsecos –formales‐ y los extrínsecos –que trascienden al texto‐. Luego se ofrecía una puntualización de los diversos elementos que componían estos aspectos y, al final de cada conceptualización, se incluía la siguiente afirmación: “El alumno deberá preguntarse: ¿Cuál es el argumento?” (Fernández de Yácubsohn, 1980: 1). El contenido de la pregunta variaba, el alumno debía preguntarse ya por el título como por el género –las opciones eran sólo tres: narrativo, dramático o lírico‐, bien por los temas o por los personajes principales y secundarios, por el contexto de la obra, la figura del autor, la atmósfera que rodea el texto, etc.
Estas preguntas, sin embargo, no eran aleatorias, los aspectos intrínsecos debían anteceder a los extrínsecos.