Resulta evidente que la modalidad narrativa de pensamiento es el modo más usual de ordenarla experiencia y construir la realidad. Pero, junto a ella existe otra modalidad de funcionamiento cognitivo: “la paradigmática o lógico‐científica”, emparentada con la argumentación, que emplea procedimientos para verificar la verdad empírica. Mientras la aplicación imaginativa de la modalidad narrativa genera relatos, obras dramáticas y crónicas históricas creíbles, la aplicación imaginativa de la modalidad lógico‐científica o argumentativa produce teorías, construye análisis y pruebas lógicas, elabora argumentaciones y descubrimientos guiados por una hipótesis razonada. Esta última modalidad se ocupa de causas generales y su lenguaje está regido por relaciones de coherencia y no de contradicción, como ocurre con la narrativa; sus enunciados básicos se refieren a entidades observables o a una serie de mundos posibles que pueden generarse lógicamente y verificarse frente a las entidades observables (Bruner, 2004).