Los nombres de las instituciones educativas portan, por un lado, una dimensión vinculada al objeto de estudio, al nivel de enseñanza y por otro, una dimensión histórica, política e ideológica. Al perderse o modificarse alguna/s de las referencias y posicionamientos que les dieron origen, esos nombres comienzan a incomodar y entran en tensión hasta que lxs integrantes de la institución deciden cambiarlo para dar respuesta a una realidad diferente.
Tal es el caso de la actual Facultad de Artes que en concordancia con esta descripción, a lo largo de su historia pasó por diversas denominaciones.