A propósito de la religión cristiana, afirma Locke que “la fe tiene que normarse por la razón” (EEH, 553) y que “ninguno es condenado ni castigado por su incredulidad, sino solamente por sus faltas” (RC, 205). En esta breve lectura me propongo mostrarles que premisas de esta naturaleza jaquean seriamente toda aspiración por hacer de la fe un componente ineludible de la religión. Asimismo, me apresuro a señalar que la filosofía lockeana no intenta eliminar dicho principio de la creencia teológica ni mucho menos deshacerse de la religión.