En su artículo de 1991 titulado “La pragmática trascendental y los problemas éticos NorteSur”, Karl Otto Apel aprovecha el contexto de recepción de su obra en México para dar un vistazo retrospectivo y general sobre su arquitectónica filosófica y sus supuestos culturales profundos. Apel declara que a diferencia de lo postulado por posiciones de contextualismo e historicismo radical al estilo de Richard Rorty, él prosigue la tradición occidental de origen griego y consumación kantiana según la cual lo propio de la filosofía constituye la conceptualización autorreflexiva de pretensión universal y validez trascendental. Frente a una posible acusación de eurocentrismo que recaiga sobre esta postura, Apel se apresura a señalar que el pensador, hijo de su clima epocal y ser humano finito, está fácticamente condicionado no sólo por sus experiencias específicas sino también por la precomprensión cotidiana del mundo que comparte con su comunidad sociocultural. Presumiblemente, según Apel es posible conciliar la primacía ontológica de la reflexión racional y universalmente válida por encima de las meras prácticas culturales históricamente contingentes.