En El arte como experiencia, John Dewey sustenta, en una afirmación que nos recuerda la apreciación de Marcel Proust sobre lo artístico, que “el arte es el modo más efectivo de comunicación”. Tal sentencia pone de relieve, ya que de comunicación se trata, la participación del receptor en el proceso de experiencia del arte, lo que nos permite pensar en una posible relación entre el pensador pragmatista y los estudiosos de la Escuela de Constanza que iniciaron lo que ha sido conocido como la teoría de la Estética de la Recepción. Así, por ejemplo, leemos en el texto de Dewey que el Partenón es una gran obra de arte. Pero el rango estético se lo brinda el hecho de que ha llegado a ser la experiencia de un ser humano.
Entender lo estético, para Dewey, implica comenzar con su materia prima: acontecimientos que atraen la atención del ojo o el oído despertando su atención y proporcionándole goce al escuchar y mirar. Según esta perspectiva, la obra que Frenhofer, el pintor imaginario de Balzac, en su aspiración a la perfección escondía de la mirada de los otros, no tendría valor estético, pues no habría sido expuesta a la atención perceptiva de un receptor y, por tanto, a su goce.