Es asunto de este trabajo explorar dos conceptos angulares de la filosofía práctica y política, a saber, libertad y propiedad. El mundo griego los ensambló en una trabazón tal que atendía al plano político-social, ya que en la polis los hombres libres eran precisamente quienes detentaban la propiedad de la tierra frente a una mayoría de esclavos que no podía ejercer ningún derecho civil; y que al mismo tiempo miraba ineludiblemente hacia la Ética, puesto que el hombre público debía ser un hombre libre, en el sentido del autogobierno que practica el phronimos toda vez que persigue con sus acciones el bienestar común. Si bien ambos conceptos han sido harto indexados desde la Antigüedad clásica hasta nuestros tiempos, puede establecerse cierta continuidad entre la tradición griega de la libertad como autonomía moral y el coronamiento de la Ética kantiana, que hunde sus raíces en el ideal de la morigeración de las pasiones en busca de leyes racionales, contendientes de los afectos que anteponen finalidades egoístas. Allende la teleología que imperó en el ideal antiguo frente a una Ética desprovista de fines, la “autolegislación” asienta su baza como piedra fundamental de la que dimanan y se remozan nuevas teorías normativas.