Luego de institucionalizarse en 1989, la crítica abocada a Viaje a la luna (García Lorca, 1929) desplegó un sinnúmero de análisis operando reenvíos permanentes a la vida privada como modelo del texto. En este sentido Viaje a la luna se puede entender como un texto sobre-escrito, con marcas que se decodifican en lugar de otra cosa y se vinculan con otras de la biografía. Más allá de esto, el texto porta en la forma misma un sentido: la experticia en el manejo de la lengua poética equivale a la especialización en cualquier otro sistema y práctica artística. Los problemas que nos convocan a esta investigación pueden pensarse desde varias preguntas iniciales: su "divergencia" del sistema, sus tópicos recurrentes y su función, la vinculación con la estética surrealista, qué propiedades hereda de la entonces naciente técnica cinematográfica, qué patrones se retoman y rediseñan desde y hacia el sistema mencionado. En Viaje a la luna no sólo se reconoce una operatoria propia y específica, sino que también se están importando marcas, gestando y experimentando con mecanismos que trabajarán en algunos elementos puntuales de la producción posterior de García Lorca. Esta reflexión nos permite hacer un paneo sobre el sistema lorquiano para reconocer una facultad, un instrumento que da poeticidad lingüística a su teatro, teatralidad escénica a su ensayo, densidad teórica a su poesía, y que tiene que ver con una apropiación privativa de la lengua. Este proceso lo podemos entender como una Producción de catálisis exhaustiva. Sobre este mecanismo, Viaje a la Luna desplegará una concepción funcional del cuerpo y la determinación esperada culturalmente. Así, el texto problematiza el lugar del cuerpo en la cultura, y a partir de esta interpelación se hace factible una reorganización de los textos del sistema lorquiano sobre la base de una problemática, la del cuerpo y su lugar en la imaginación colectiva, en lo político, lo social e incluso lo económico.