Los relatos concentracionarios aubianos parecen ganar en la dialéctica entre realidad y ficción un término medio que tiene su lugar entre lo testimonial y lo experimental, sin reducirse sin embargo a ninguno, ubicado en una posición no localizable entre la denuncia del hecho y el festejo de las formas. En esos textos, Aub va a poner en juego la posibilidad de poner en palabras su propia experiencia de habitante de un campo francés de prisioneros y refugiados durante la Segunda Guerra Mundial. Allí va a ser puesto en juego el estatuto del testimonio como materia prima de la literatura en la medida en que no se trata simplemente de articular discursivamente una referencialidad, sino que el testimoniar constituye un trabajo titánico de transpolar dimensiones, de saltar realidades cuyas líneas de conexión no son del todo explícitas. Y por otro lado, el problema de la ubicación pública de ese testimonio en la medida en que el testimonio tiene una prerrogativa política que es imposible dejar de lado, por esto ante la lectura de textos así, en los cuales la vocación testimonial es protagonista, lo primero que debemos preguntarnos es qué tipo de relato sobre el pasado propicia, a qué espacio en la construcciones de la memoria colectiva se dirige.