El artículo versa sobre la relación intrínseca entre la escritura intermedial de Julio Llamazares y su temática del pasaje, entendiendo por intermedialidad no la inclusión armónica, sino la intermitencia producida por la incorporación de un medio a otro. Así, la obsesión por la recuperación siempre insuficiente del pasado individual y colectivo que caracteriza a sus textos, se refleja en la incorporación de técnicas mediáticas como las de la fotografía y las de la cinematografía que, por un lado, refuerzan el poder mimético de su escritura, pero por otro subrayan el intersticio o la llaga que se abre tanto entre los medios como entre presente y pasado. Lo que a Llamazares le interesa sobre todo son las pérdidas que en el acto de tránsito (existencial o medial) siempre ocurren -y son estos restos perdidos los que vuelven a sus textos, los intranquilizan bajo una superficie aparentemente llana y los que regresan como fantasmas inquietantes desde las lejanías suprimidas. Así, mientras que en sus novelas son las sombras del pasado que vuelven, en sus guiones para el cine -mucho más abiertamente políticos- es el tema de la migración legítima o ilegítima que se ilustra por el pasaje de fronteras y de medios. Y mientras que en las novelas la escritura intermedial se hace espectrología e ilustración del pasaje que debe franquearse para que lo inmóvil o muerto se ponga en marcha y vuelva sin, por eso, perder su anclaje en un tiempo y espacio pasados, en las películas se pone en escena el constante pasaje de la frontera en búsqueda de la supervivencia existencial. En los dos casos es sólo en el "entre" o más allá de la frontera, en su apertura y permeabilidad hacia los dos lados, que se abre un espacio para vivir.