Don Miguel de Unamuno, en el primer capítulo de Del sentimiento trágico de la vida, nos habla del "hombre de carne y hueso": el hombre que nace, sufre y muere; cualquiera de nosotros que, entre otras cosas, sienten "dolor de muelas". Se trata de un hombre real no ideal, un hombre que puede ser visto, tocado, con el cual podemos hablar. Es real, existe, está aquí. Tomamos del escritor chileno Jorge Edwards su idea de "Fantasmas de carne y hueso". Pues, considera ciertos fantasmas tan reales como los hombres que sufren con la presencia de éstos; son fantasmas que vienen del pasado, que nos asustan, que son reales, pues reales son nuestros temores; de ellos podemos hablar, los podemos sentir, nos hacen llorar. Verificamos que Unamuno está atormentado, sufre pues para él la vida es trágica, ya que no puede encontrar la armonía entre los contrarios. Lo trágico en su vida no serían la razón y la fe y sí sus "fantasmas de carne y hueso". Lo que le atormenta es su pasado, o mejor, el hecho de no poder olvidar su pasado. Estaría prisionero de fantasmas, fantasmas reales, tan reales como los hombres que sienten "dolor de muelas".