Según Juan Mayorga, el fin del teatro es provocar desconfianza en el espectador, en este sentido, podríamos decir que su teatro es un teatro de la sospecha. La verdad de lo que se representa no debe aparecer bajo la forma de la certeza sino más bien bajo la forma de la duda; en El jardín quemado y Camino del cielo (Himmelweg) ambas del año 2003, la construcción del espacio y el tiempo dramáticos permite modalizar la acción y orientarla hacia el interrogante. Que la sospecha se constituya sobre los ejes del tiempo y el espacio tiene sentido: en un teatro político que busca la recuperación de la conciencia y la memoria, la mayor sospechosa es la historia, que en esta obra es producto de la memoria, pero también del delirio y la enajenación. Analizaremos qué representaciones sociales y culturales vinculadas con una conceptualización de la historia y su relación con la memoria se evocan desde la funcionalidad del espacio y el tiempo en estas obras. Consideramos que en esta dramaturgia la complejidad espacial, unida a la complejidad temporal que aquí no profundizaremos pero tendremos en cuenta, sirve a la representación de algo que no refiere unos lugares más o menos precisos en el mundo, sino más bien "la imagen que los hombres se hacen de las relaciones espaciales en la sociedad en la que viven y de los conflictos subyacentes" (Ubersfeld, 1998).