Los trastornos mentales severos y crónicos, como la esquizofrenia, constituyen una importante y pesada carga para quienes los padecen y sus familias. Afectan todas las áreas de la vida de la persona, desde su capacidad cognitiva y emocional hasta sus relaciones sociales y su funcionamiento diario. Las familias juegan un papel vital en el cuidado de las personas con esquizofrenia, pero esta responsabilidad puede ser abrumadora y estresante a largo plazo.
La gran mayoría de los familiares carecen de los conocimientos necesarios sobre la naturaleza de la esquizofrenia, las habilidades que necesitan para apoyar a los miembros de la familia con esta enfermedad en síntomas complejos y difíciles como las ideas delirantes, la falta de conciencia de enfermedad o el mal cumplimiento del tratamiento. Esto provoca una gran carga sobre los familiares con responsabilidades de cuidados, generándoles una sensación de incapacidad y frustración para brindar un apoyo útil, altos niveles de estrés en todo el grupo familiar. En este contexto estresante, la secuencia de acontecimientos negativos son una mayor vulnerabilidad a las enfermedades físicas y mentales del propio cuidador familiar, menor competencia en la prevención y resolución de crisis en el paciente, deteriorando su capacidad para brindar apoyo efectivo e incrementando en consecuencia el riesgo de recaídas y hospitalizaciones psiquiátricas del paciente. Los cambios recientes en las recomendaciones clínicas en el campo del abordaje de la esquizofrenia enfatizan la tendencia a valorar el rol de la familia en el tratamiento de las personas con enfermedades mentales, reconociéndoles que pueden contribuir significativamente a mejorarlas y ayudarlos a recuperar su bienestar.