A diferencia de otras carreras universitarias, en las cuales los estudiantes acceden a un mundo desconocido para justificar el cotidiano, los estudiantes de Educación Física redefinen el cotidiano en un nivel mayor de complejidad y abstracción, reaprenden lo aprendido para reposicionarse. En este contexto disciplinar, los formadores de profesores de Educación Física se proponen enseñar a sus alumnos a transformar lo que aprendieron a hacer con su cuerpo en saberes proposicionales que les permita analizar en profundidad las prácticas corporales para delinear su intervención profesional.
Al buscar legitimidad como práctica pedagógica en la institución escolar, la Educación Física ha ido esbozando sus prácticas y su fundamentación alrededor de la productividad que alcanzan de acuerdo a los intereses escolares. Esta situación, hace del juego una propuesta didáctica difícil de justificar en la escuela si no está formateada con algunos recaudos de la programación escolar que le otorgan vistos de seriedad. Si se atiende a las diferencias que se perciben en lo que los niños hacen cuando los profesores de Educación Física dicen que están jugando mientras aprenden, y en lo que los niños hacen cuando ellos dicen que están jugando, se reconoce en la utilización del cuerpo y en la posibilidad de moverlo el punto de distinción. Este descubrimiento ubica al profesor de Educación Física en una encrucijada, pues con su intervención puede priorizar la utilización del juego como dispositivo didáctico para la enseñanza de contenidos reconocidos por el currículo escolar, o puede reforzar la idea de jugar construida por sus alumnos en sus experiencias voluntariamente elegidas. Esta encrucijada acompaña a lo largo de su recorrido en la formación académica y se reactualiza al interactuar con cada formador, puesto que la vinculación cotidiana con una línea particular de trabajo, promueve en los formadores de profesores formas de entender al juego y el jugar en sentidos divergentes, que se transmiten en el aula universitaria, y dificultan el reconocimiento de su lugar en las planificaciones docentes. Este es el problema que inspira la investigación que aquí se presenta, la cual cobra relevancia, no solo en la necesidad de clarificar el lugar que ocupa el juego en las prácticas docentes del profesor de Educación Física, sino en transparentar el sentido que adquiere la noción de juego y la posibilidad de jugar en una clase de Educación Física (en sintonía directa con la conferencia presentada por Pavía en Brasil). Se intenta responder al llamado de Bracht (en Bracht y Crisorio, 2003) de problematizar las formas culturales de movimiento: se pretende comprender el juego y el jugar que viene siendo en la Educación Física.