Los estudios empíricos sobre la política monetaria concreta de los diferentes países han centrado su atención en la conducta de la autoridad monetaria encaminada a lograr el cumplimiento de sus objetivos, sean el nivel de actividad económica, la plena ocupación, la estabilidad de precios o el equilibrio de las cuentas externas (desde Guttentag, 1960 y Reuber, 1964 en adelante), hasta llegar a un nivel extraordinario de detalle y sofisticación. En general, la acción de la autoridad monetaria se ha considerado una variable exógena, un punto de vista bastante polémico (Froyen, 1974 y Abrams et al., 1980) que más recientemente ha tratado de superarse incorporando factores políticos en la explicación (Chappell y otros, 1993 y la literatura allí mencionada).
Conocidos los objetivos de la autoridad monetaria, el análisis se ha dirigido a identificar las metas operativas (indicadores) inmediatas donde aquellos se manifiestan en materia específicamente monetaria (reservas del sistema
financiero, agregados monetarios, tasas de interés, etc.) y luego a establecer los instrumentos a su alcance para conseguirlas (operaciones de mercado abierto, interés en sus operaciones y efectivos mínimos legales).