Recientemente ha resurgido en la Argentina el interés por las estimaciones de la protección efectiva. Ello se debería fundamentalmente a dos razones. Por un lado, se encuentra la necesidad de la Autoridad económica de contar con elementos de juicio adicionales para fundamentar medidas de política que tiendan al logro de una mayor apertura de la economía. Por otro lado, se presentan los requerimientos empresariales de contar con elementos con que fundamentar la defensa de sus posiciones, frente a “amenazas” cada vez más frecuentes de cambios arancelarios que podrían afectar su rentabilidad, La metodología y cálculo de los indicadores de la protección efectiva (tasa de protección efectiva TPE, ó coeficiente de protección efectiva, CPE, suele ser distinta de un estudio a otro en muchos aspectos; de modo tal que los resultados podrían llegar a diferir sustancialmente si los distintos modos de estimación se aplicaran a una misma realidad, al tiempo que los objetivos fueran exactamente los mismos. Ente los muchos matices diferenciales de orden metodológico que podrían computarse, en esta oportunidad solamente se analizarán cuestiones relacionadas con el tratamiento que se dispensa a los insumos de bienes domésticos en la estimación de la protección efectiva, de acuerdo a los enfoques más conocidos y aplicados que son el de Balassa y el de Corden. En ese sentido, las pregunta básicas que se desearía contestar son las siguientes 1) ¿Cuáles son las diferencias más comunes que es dable encontrar en las fórmulas que se aplican al tratar de estimar la protección efectiva, con respecto alas fórmulas que implican las hipótesis de Balassa y de Corden? 2) ¿Cuáles son las consecuencias de tales diferencias en los resultados y en los rankings de actividades, cuando dichas fórmulas se aplican en la estimación de la protección efectiva, que actualmente detentan las actividades productoras de bienes internacionales de la economía argentina?