La evolución de los criptoactivos viene desarrollándose desde hace más de una década -especialmente en los Estados Unidos de América, en adelante, EUA, y algunos países asiáticos- como elementos disruptivos, inclusivos, accesibles y democráticos. Pues, vendrían a resolver las problemáticas del acceso a la riqueza generados por el «dinero fiduciario» en los dos siglos anteriores al gestionarse independientemente desde el sector privado.
También hay quienes ven el fenómeno con recelo, pues se podría poner en riesgo la soberanía monetaria de los países y ser «una herramienta que profundiza la financiarización de la economía y plantea el peligro de una nueva escalada del proceso neoliberal: la privatización de la emisión del dinero» Sin embargo, a partir de la segunda década de este siglo, hemos notado un avance pronunciado de los sectores más conservadores a nivel global y regional, que detiene la planificación distributiva de los recursos. Un anhelo tan pretendido por los impulsadores de los derechos económicos, sociales y culturales, últimamente rotulados como crecimiento «sostenible» y «sustentable».
A partir del 2020 con la pandemia global Sars-Covid 19 se alteraron las dinámicas sociales, profundizándolas, por lo que la brecha de género que existe frente al uso de los criptoactivos nos sugiere preguntarnos sobre el fin de la supuesta postmodernidad y un retorno indiscutido a la lógica de la estructura de la dominación de la modernidad.